viernes, 16 de noviembre de 2012

1.- Ámame


Ámame. Una palabra atascada en su cabeza. Ámame. Una palabra que dice mucho pero a la vez nada. Ámame. Cinco letras que traen demasiados recuerdos. Ámame
La tarde era fría, de las primeras olas de frío desde el verano. Como un recordatorio de que la brillante calidez del verano había acabado. Metió las manos en su sudadera extra larga para intentar que no parecieran bloques de hielo. Expiró y una nube de vaho salió de sus labios. Recordó cuando era pequeña y decía que estaba fumando. Sonrió, echaba de menos esos momentos. Ahora todo era una mezcla de estudios, salidas y hormonas revolucionadas. Giró la cabeza, el autobús por fin llegaba después de media hora esperando. Tenía que hacer un trabajo en la biblioteca y como de costumbre no la podían llevar. Se subió con cierta pereza, a esa hora de la tarde todo el mundo parecía estar sumido en una espiral de sueño. Sería cosas suyas. Pagó al conductor casi sin mirarle. Caminó por el pasillo del autobús hasta que vió un asiento libre y sin nadie alrededor. Volvió a encender el reproductor de música de su móvil, el cual había apagado para pagar. Se sentó vigilando que el asiento estuviera en condiciones, no sería la primera vez que se sienta en algún chicle. Empezó a sonar el reproductor aleatorio. Apoyó la cabeza en la ventanilla. Últimamente todo le venía grande. Su mundo se caía a pedazos en un segundo y al siguiente todo parecía brillar cual estrella. Retazos de conversación acudían a su mente sin su permiso. “Ámame” Esa estúpida palabra se repetía una y otra vez. Sacudió la cabeza. Empezó a sonar una canción que no le sonaba familiar. Miró el título. “Wonderwall”. No sabía cual era, seguramente se la había pasado su amigo Marcos. Con él había quedado justamente hoy. Era su mejor amigo, se conocían desde pequeños y era el que más le había ayudado con el tema amoroso y con el resto. Eso no quería decir que el resto no fueran sus amigos pero con Marcos tenía una amistad especial. El autobús estacionó con un ruido sordo. Ella se levantó y salió por la puerta más cercana, llegaba cerca de media hora tarde pero sabía que Marcos no se lo reprocharía. Él sabía por lo que estaba pasando ahora y era comprensivo. Lo vió allí esperándola en la puerta. Sonrió y levantó una mano casi haciendo que el gorro que le sujetaba los cabellos negros cayera. Él la miró y le dedicó una sonrisa cálida. Ella se acercó rápidamente y él le dio un abrazo. Eran casi de la misma estatura sólo que él le sacaba varios centímetros.
-Hola- Le dijo ella- ¿Llevas mucho esperando?-
-Hola Rudolph, pues poco acababa de llegar- Le dijo él dedicándole su clásica broma. A ella en invierno la nariz se le sonrosaba y eso le hizo ganarse el apodo de “Rudolph”
-Capullo no te metas conmigo- Le dijo ella dedicándole un puñetazo cariñoso en el hombro. Él hizo una mueca fingida de dolor. 
-Jo me vas a dejar marca, eres una violenta- Le dijo él. Ella le sacó un corte de manga con una risita.
-Pues ajo y agua- Le dijo. Él le aplastó el gorro contra el pelo.
-Esta no es la Rocío que yo conocía, eh- Le dijo él sonriendo. Ella se encogió de hombros.
-Todos cambiamos- Dijo. Él intuyó que había metido la pata y empezaron a andar hacia la biblioteca sin saber quien les esperaría dentro.



“Es perfecto” Pensó Ariadna. Ella no podía encontrar un tío que fuera más genial que él. En poco tiempo se había convertido en toda su vida. Tenía suerte de haberle encontrado, era más de lo que nunca había soñado. Podía mirarle por horas sin cansarse. Pero a veces la enfurecía. No parecía entender ciertas cosas y eso a ella le daba rabia.
-¿Te pasa algo cariño?- Le preguntó Lucas mientras le apartaba un mechón rubio de los ojos. Ella le dedicó una mirada ácida. Sí creía que se lo iba a decir a la primera iba listo. Llevaba toda la tarde gastándole bromas pesadas y ella las había aguantado como había podido pero ya estaba harta.
-No, nada- Le dijo dedicándole una sonrisa envenenada. Él se dio cuenta de ello y la abrazó.
-Vamos, princesa, dímelo- Le dijo cogiéndole la cara con las manos. Esto sólo hizo enfurecer más a Ariadna, quien dio un paso atrás para zafarse de él.
-¡¿Con qué ahora me vienes con esas?!- Le gritó enfurecida. Sabía que esa no era la forma, pero le daba igual. Solía tener prontos y enfurecerse con facilidad pero hacía tiempo que no se le iba de las manos.
-Pe-pero…¿Qué he hecho yo?- Le preguntó Lucas consciente del enfado de su novia.
-Tú nada, nunca haces nada tú eres don perfecto- Le volvió a gritar.
-Ariadna por favor, dime que he hecho-Le dijo él.
-Vete a la mierda-
-Vale muy bien me iré sí es lo que tú quieres- Lucas parecía no reaccionar ante su furia lo que la hizo enfadarse más aún. La sacaba de quicio.
-¿Pues sabes qué te digo? Eres un imbécil, ojalá no te vuelva a ver nunca MÁS- Le dijo arrojándole lo primero que encontró a mano que resultó ser el móvil de él. Ella creía que con eso él se daría la vuelta y se iría, pero él no hizo nada de eso. Simplemente cogió el móvil con habilidad y la miró con expresión dolida. Ariadna se dio cuenta de lo que había hecho por culpa de la rabia cegadora y se arrepintió al instante. Pero ya nada podía hacer.